sábado, 18 de marzo de 2017

Revisitando Paracas

Impresiones de viaje (2010) a Huascarán, Paracas y Pampa Galeras[1]

Marc Dourojeanni[2]

El Perú es un país con tantas maravillas naturales y culturales que visitarlo nunca cansa, inclusive cuando se vuelve una y otra vez a los mismos lugares. Eso ocurre inevitablemente cuando se reciben visitantes, amigos y familiares de otros países, que disponen relativamente de poco tiempo pero que desean absorber la mayor diversidad posible de experiencias peruanas.  El Cuzco es, obviamente, la primera prioridad pero, para esa visita, lo usual es dejar que los visitantes vayan solos debido a su alto costo y a la buena organización disponible en esa región para el turismo de diversos niveles y precios. Por eso, antes o después de que vayan al Cuzco, acostumbramos realizar con nuestros visitantes otros circuitos que permiten una visión más completa del Perú pero que usualmente requieren que los acompañemos personalmente.

El primer circuito escogido incluye, al Norte, la Reserva Nacional de Lachay (Chancay), Caral (en Supe), el Callejón de Huaylas (paisajes en general y el Parque Nacional de Huascarán) y el Callejón de Conchucos (especialmente Chavín de Huantar). Ese periplo, dependiendo de la intensidad de la visita y de algunas variantes de la misma, lleva en promedio cuatro días (tres noches). El segundo circuito es al Sur, incluyendo la Reserva Nacional de Paracas, las dunas de Ica a partir de Huacachina, Nazca (las líneas de Nazca, las ruinas de Huacache y los acueductos) y el broche de oro del periplo es la Reserva Nacional de Pampa Galeras. Este recorrido consume de tres a cuatro días y como máximo tres noches. Ambos viajes, más la visita al Cuzco y a Machu Picchu, brindan una visión bastante completa de la geografía, la ecología y la historia del Perú. Con más tiempo hay, obviamente, muchas otras alternativas igualmente interesantes.

No voy a tratar de los aspectos culturales, de la gastronomía y de la hotelería ni de otros aspectos de estos periplos, pues son bien conocidos y no son del caso. En esta oportunidad como en otras, por ser actor y testigo de excepción de la creación y evolución de las áreas protegidas naturales mencionadas[3], voy a ocuparme de ellas desde la perspectiva de un visitante no identificado.

Primeras impresiones al llegar a un área natural protegida

La mejor noticia sobre las ANPs mencionadas es que aún existen. Eso demuestra que a pesar de todo y contra todo, han resistido a décadas de semi-abandono que apenas ahora parecen estar revirtiendo. Otra buena noticia es que las previsiones de sus creadores en cuanto a turismo interno y receptivo se han cumplido plenamente, a pesar de que la infraestructura de ellas continúa siendo lamentablemente precaria. Es en efecto impresionante ver, año a año, el incremento del turismo en esas áreas, especialmente en Paracas y Huascarán. El impacto económico de esas ANPs sobre sus áreas de influencia directa e indirecta ha sido enormemente positivo, como se confirma con la proliferación de hoteles, posadas, restaurantes, negocios de alquiler de  automóviles y bicicletas, paseos organizados en lanchas y buggies, etc. 

Lo absurdo es que las regiones que tienen la suerte de poseer esas ANPs no reconocen esos beneficios y que en lugar de apoyarlas y fortalecerlas suelen hacer todo lo posible por destruirlas, proponiendo toda clase de usos y abusos reñidos con su finalidad y hasta con su existencia. Por eso es indispensable continuar haciendo estudios que demuestran incuestionablemente el impacto económico positivo de esas ANPs para el desarrollo regional.

La señalización previa a la entrada de las ANPS ha mejorado. Hay más carteles avisando la proximidad de esos lugares y dando orientación para llegar a ellas  y, asimismo, estos avisos son de mejor calidad. En todas las áreas visitadas (Lachay, Huascarán, Paracas y Pampa Galeras) también ha mejorado la demarcación que es visible y asimismo, no quedan dudas en cuanto a la entrada principal a las mismas, generalmente equipadas con una barrera, avisos, caseta o puesto de control y a veces con una muy modesta exhibición. Aunque nada de eso es nuevo debe reconocerse que está un poquito mejor que antes. Pero no hay mucho más a destacar como mejoras que sea posible percibir para un visitante común.

¿Guardaparques apenas para cobrar el ingreso?

Llama la atención en todas las ANPs que se pueden visitar (ese no es el caso de Pampa Galeras) que los guardaparques con sus nuevos e inadecuados uniformes azules sólo parecen interesados u ocupados en cobrar el ingreso. En el caso del Huascarán (sector Llanganuco) contamos seis guardaparques en el puesto de entrada pero no se encontró ni uno dentro del Parque, ni siquiera en el área de la Laguna de Llanganuco para evitar los desmanes de los visitantes o para darles indicaciones e explicaciones. En ese Parque ni siquiera se provee al visitante de un folleto o cosa parecida y los guardaparques mal contestan a las preguntas de los visitantes ávidos de información. Están mucho más interesados en contar el dinero recibido, evitar que alguien entre sin pagar y en registrar hasta el más mínimo detalle personal de los visitantes y hasta de los infantes de pecho (nombre completo, número de documento, nacionalidad, edad y fecha de nacimiento, sexo, procedencia, destino, etc.). No se entiende porqué es más difícil entrar a ese Parque que al Perú por el aeropuerto internacional. Supongo que la administración del Parque confunde a los arriesgados escaladores de montaña, de los que si debe conocerse toda la información posible, especialmente un teléfono de contacto para el caso de accidentes, con los paseantes usuales que apenas van a admirar a muy respetuosa distancia los nevados, lagunas y bosquetes de Polylepis.

Aunque los guardaparques de Lachay y Paracas son más simpáticos que los del Huascarán y entregan un folleto explicativo o responden con gentileza a las preguntas, ellos igualmente brillan por su ausencia dentro de las áreas. El resultado en ambas lugares pero especialmente en Paracas es que los automóviles andan por donde le da la gana a sus pilotos y que en ningún punto crítico de las Reserva hay siquiera un guardaparque para controlar o educar, que se supone sean sus funciones básicas. Es una pena que se desperdicien tan buenas oportunidades de ayudar la población a comprender y a amar sus áreas naturales protegidas y de respetar a sus guardaparques.

¿Y los directores y profesionales de las ANPs?

Los guardaparques, hagan o no hagan lo que deberían, por lo menos están en las ANPs. Pero en ya más de dos décadas de visitar anónimamente las ANPs peruanas nunca, jamás, encontré un profesional en el campo. Estos, como bien se sabe, en general viven en las capitales donde están sus oficinas y muy raramente visitan las áreas de las que son responsables. Lo hacen especialmente cuando llegan sus jefes de Lima en visitas de inspección u otras o para atender alguna catástrofe. No es pues difícil de explicar el comportamiento de los guardaparques carentes de guía y de ejemplo.

Las carreteras y las vacas en el Huascarán

El Parque Nacional del Huascarán está cruzado por varias carreteras de uso público. Algunas existían desde antes de su creación pero otras son nuevas y todas han sido “mejoradas”. Así siendo, los turistas corren riesgo de muerte cuando, por ejemplo en el Sector Llanganuco, se detienen a admirar el paisaje o las aves acuáticas. Camiones y ómnibus y especialmente las camionetas de los mineros pasan a gran velocidad, arrojando piedras y levantando nubes de polvo sobre los pobres turistas. Las carreteras no tienen restricciones de velocidad ni tampoco disponen de miradores ni de áreas de parqueo y, por cierto, los policías de tránsito que tanto sobran y estorban en la carretera Panamericana están completamente ausentes en el Parque.

Fue un pecado original no haber puesto limitaciones mucho más severas a la construcción y operación de carreteras dentro del Parque Nacional. Lo peor es que siguen construyéndolas, como en el caso de una que sale directamente detrás y encima de las ruinas de Chavín, provocando derrumbes y otros daños que corrompen gravemente la armonía natural del entorno de ese magnífico patrimonio cultural del Perú y de la humanidad.

Otro problema serio es la abundancia de ganado vacuno y ovino que atenta contra el equilibrio ecológico y que contrasta negativamente con el paisaje esperado. Desde los primeros planes de manejo de ese Parque se planteó un programa intenso de convencimiento de los comuneros dueños de rebaños para transformar sus actividades pecuarias actuales a la de  camélidos sudamericanos, alpacas y llamas o vicuñas, otorgando para eso las facilidades crediticias, asistencia técnica y de mercadeo que puedan ser necesarias. Pero, por lo visto, nada pasó y todo sigue igual o peor.

¿Hasta cuando Pampa Galeras estará vedada al turismo?

Se sabe que durante los “chacos” llegan muchos visitantes a Pampa Galeras. Los “chacos” pueden ser espectaculares pero no representan todo lo que se espera de un área protegida. Pampa Galeras, a escasos 80 km de Nazca por una bella carretera en condiciones impecables es un regalo para la vista, tanto por su paisaje sorprendente como por los centenares de vicuñas visibles a ojo desnudo y por los grupos de cóndores y guanacos que también pueden verse con facilidad, entre muchos otros animales y plantas propios de la altura, como las vizcachas en los sitios rocosos o la Puya raimondii en sus  laderas. Pero, Pampa Galeras está cerrada, rodeada de cercos que apenas se justificarían durante el Chaco. En su campamento clausurado herméticamente y sin alma viviente visible, no hay centro de visitante, no hay explicación de nada, no hay senderos carrozables señalizados, no existe área de picnic, etc. Bueno, no hay nada. Aún así vale la pena ir.

Otra vez, desde los anos 1960 estaba previsto que Pampa Galeras fuera parte importante del circuito turístico Lima-Paracas-Nazca. Los turistas llegan a Nazca apenas para ver las líneas y algunos van a ver las ruinas restauradas de Huacache o los acueductos pero, por absoluta falta de promoción, son poquísimos los que llegan a Pampa Galeras. Se trata de un desperdicio colosal de ingresos para el negocio turístico de Nazca, que podría con ese atractivo alargar en un día completo la estadía de los visitantes.

Embarque caótico para las islas y baja calidad culinaria en Paracas

¿Por qué motivos no se organiza correctamente la salida de las embarcaciones para visitar las islas de la Reserva? Siempre hay enormes filas con demoras de hasta una hora de espera incomoda, confusiones sobre en que lancha embarcar o que asiento ocupar y todo eso siempre genera corridas, atropellos y discusiones. Ni los peruanos entienden lo que pasa…. Cabe imaginar la consternación de aquellos que no lo hablan. Al final todos salen al mar y todos los visitantes regresan felices y admirados de lo que vieron y hasta pueden olvidar el mal rato pasado en el embarque. Pero todos los días se ofrece a nuestros visitantes un innecesario y vergonzante espectáculo. Dicen que la culpa es de la Marina que exige salidas en bloque, en horario fijo. Otros dicen que la culpa es de los pescadores dueños de las embarcaciones que no se organizan bien. Sea lo que sea, es inconcebible que los visitantes deban sufrir humillaciones cuando, en realidad, no faltan lanchas ni lugares. Debería haber asientos numerados y horarios variados y la única fila que debería haber es la necesaria para abordar ordenadamente cada embarcación. De otra parte, los visitantes ni siquiera saben que esas islas que tanto admiran son parte de la Reserva Nacional de Paracas y tampoco pagan ningún derecho para entrar en ella, lo que si deben hacer los que viajan por tierra.

Es indispensable que las autoridades de turismo o las de las ANPs intervengan asesorando a unos y otros sobre cómo tratar decentemente a los visitantes. Este mismo comentario es válido para la gastronomía. Ha sido una buen idea la de juntar los restaurantes dispersos  entre Pisco y Paracas en el nuevo malecón. Los locales están razonablemente bien instalados y limpios. Pero, difícilmente se encuentra otro lugar donde se maltrate tanto a los excelentes insumos que el mar ofrece y a la reputada culinaria peruana que en esos restaurantes. Cebiches recocidos, conchitas a la parmesana sin queso, pescado desconocido vendido como lenguado o corvina, salsas de ají y mayonesas bien dotadas de bacterias, cerveza y gaseosas calientes, etc. son garantía de pasar mal durante el resto del viaje. Además, no tienen lógica que todos los locales ofrezcan exactamente los mismos platos. Es indispensable que las autoridades de turismo brinden apoyo a esos locales para mejorar y diversificar la comida que sirven y asimismo para asegurar un estándar mínimo de calidad.

Los tilandsiales de Caral

Entrar al sitio arqueológico de Caral por Supe y, después de visitar ese magnífico lugar, seguir a Lima por Huacho, permite apreciar un enorme y excelentemente conservado campo de Tillandsia, con por lo menos dos especies de ese género, además de diversas otras plantas y animales de ese ecosistema tan especial. Por su proximidad a Caral, ese sitio debería ser transformado en un área natural protegida anexada al sitio arqueológico, que con las explicaciones debidas permitiría aumentar los atractivos de ese viaje al “norte chico”. Si ese pedazo de desierto no se protege rápidamente será totalmente ocupado por las granjas que ya destruyeron gran parte del mismo y por los motociclistas y jeeperos que en su manía de velocidad y emociones no reparan en la belleza del lugar que mancillan.

 En conclusión

El Perú es un país maravilloso y encantador. Nuestros visitantes siempre o casi siempre se van felices de lo que vieron, de lo que vivieron y de lo que comieron y desean volver. También aprecian la cordialidad de los peruanos. En nada de eso hay discusión. Pero podrían irse más satisfechos si no hubieran perdido tiempo para ver un atractivo, sin dolor de barriga por algo malo que comieron y, especialmente, si hubieran tenido mejores condiciones para apreciar las bellezas naturales contenidas en nuestras áreas protegidas.




[1] Preparado en 2010 sobre la base de visitas en ese año.
[2] Ingeniero Agrónomo y Forestal, PhD. Profesor Emérito de la UNALM. Fue Director General Forestal y de Fauna del Perú, Jefe de la División Ambiental del BID y fundador de ProNaturaleza.
[3] Huascarán, Paracas y Lachay fueron establecidos como ANPs bajo su gestión y asimismo trabajó intensamente en Pampa Galeras. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario